La explicación de la paradoja del título es muy sencilla. Al finalizar el curso pasado tuve el honor de ser padrino en el acto de graduación del Máster en Intervención Educativa y Psicológica (MIEP) y eso conllevaba hacer un breve discurso. Por otra parte, durante la semana anterior, preparando el nuevo curso del colegio, algunos compañeros, me han comentado su interés por la última parte del post sobre complejidad de la comprensión que publiqué el pasado miércoles, la que habla sobre la importancia del conocimiento.
El lema de que el conocimiento importa me hizo recordar que mi discurso en la graduación del MIEP fue sobre la importancia del conocimiento. Se me ha ocurrido que buena parte del discurso también serviría para el comienzo de curso, así que esta entrada no es la exposición de los resultados de una investigación, de un test de comprensión o de un nuevo material de trabajo. Es una simple argumentación.
Tampoco la escribí pensando especialmente en la comprensión, pero la entrada anterior con las ideas de Catts y Kamhi es un puente excelente para enlazarla con la comprensión lectora. Bueno, empezaré con el texto. Lo he dejado tal como lo escribí, con algunas referencias que solo entenderán las alumnas que se graduaron. Felicidades a todas las graduadas que llegasteis al final de una etapa y ánimo a todos los lectores que comenzáis curso.
Ilustrísima señora decana. Señoras directoras del máster en intervención educativa y psicológica y del máster universitario en profesorado, claustro de profesores, estimados alumnos, familiares y amigos.
Quiero dirigirme a este grupo que se gradúa hoy. Antes de que salgáis de la universidad a hacer vuestra aportación al mundo de la educación, voy aprovechar la última oportunidad de deciros unas palabras para destacar algo que me preocupa.
Vais a comenzar a trabajar en una sociedad en la que circula una idea que no es nueva, pero que ahora comienza a tomarse en serio y es la idea de que el aprendizaje de conocimientos es poco importante o una simple pérdida de tiempo. Seguro que habéis oído algo parecido a esto “para qué hacer que los alumnos memoricen eso si lo pueden encontrar en internet en un momento”.
Igual pensáis así, pero recordad qué difícil ha sido encontrar un puñado de referencias para vuestros trabajos de fin de máster o encontrar datos sobre si un tratamiento para el TDAH se podía considerar eficaz o no. O la frustración de encontrar una investigación que aseguraba su eficacia de ese tratamiento mientras la compañera había hallado otra que mostraba todo lo contrario.
Os quiero ofrecer cuatro conceptos que os ayudarán a orientaros. No son una idea mía pero he olvidado dónde la encontré y os lanzo un desafío: si, antes de que nos despidamos hoy, sois capaces de encontrar en internet a su autor original, yo dejaré de dar la paliza con esto y podréis olvidar con tranquilidad todo lo que os diga.
El primer concepto es el de “datos”, esas pequeñas unidades de información que son lo que podemos encontrar fácilmente con los buscadores y no pretendo que desaprovechéis esa posibilidad. Pero, ¿que los datos sean muy accesibles en la actualidad significa que debemos renunciar a que los alumnos o nosotros mismos los incorporemos o aprendamos?
Para responder a esa pregunta recurro al segundo de mis cuatro conceptos. Se trata del concepto de “información”. La información sería un conjunto de datos organizados y estructurados y eso es más difícil que nos lo encuentre google. Además, sabemos que la gente informada sobre algo, la que cuenta con ese conjunto de datos organizados, es más eficiente localizando otros datos sobre ese tema, y también es más hábil valorando su importancia y comprendiendo nuevas informaciones.
Sin embargo los defensores del desaprendizaje nos presentarán casos muy sugerentes de gente muy informada que se ha mostrado incompetente cuando ha tenido que resolver problemas prácticos y reales relacionados con los temas que supuestamente dominaban en un nivel teórico.
Ante esto invoco a mi tercer concepto que es el de “conocimiento”. Si la información era la conjunción de datos y estructura, el conocimiento es el encuentro entre la información y la experiencia.
Quizá estoy siendo muy abstracto, así que voy a contar una anécdota. El mes pasado, un compañero, director de un centro de formación profesional, me decía: “si estuvieras en mi lugar te darías cuenta de que no es importante enseñarles muchas cosas a los alumnos. Lo que los empresarios me suelen decir es: a mí mándame gente maja y que aprenda rápido, que yo les enseñaré lo que necesiten saber para hacer el trabajo”. En realidad no pensamos de forma diferente. El empresario les dará experiencia pero ¿cómo sabremos que esos alumnos aprenden rápido si no les hemos enseñado algo?
Además el nivel de exigencia ha subido. Ya no basta con que los alumnos terminen su formación inicial sabiendo cosas sino que tienen que ser hábiles para aprender rápido. ¿Quién creen que aprenderá más rápido los procedimientos para el mantenimiento de la maquinaria de esas empresas? ¿Quien sabe de motores y circuitos eléctricos o quién es hábil buscando información?
Y termino con el último concepto. Hemos visto que todo empezaba con los datos, que cuando se estructuran se convierten en información, que cuando se combina con la experiencia se convierte en conocimiento. Pues bien, a la combinación de conocimiento y valores o ética podemos llamarla sabiduría.
Tener interiorizado este sencillo modelo puede servir para reflexionar acerca de muchos temas educativos: las competencias, la educación en valores, el aprendizaje de estrategias, la inteligencia. Volviendo al principio, creo que queda claro que nuestra meta nunca debe ser que los alumnos acumulen infinidad de datos, pero no podremos construir información, conocimiento o sabiduría si no partimos de una aprendizaje de sencillos datos.
Una última cosa: esto no es una escalera que se sube y ya estás arriba. Seguid siempre incorporando nuevos datos, reflexionando sobre ellos y organizándolos, no dejéis de adquirir una experiencia profunda y extensa y no olvidéis afianzar vuestros valores.