Ben Goldacre es un médico y escritor inglés, autor de los libros Mala Ciencia y Mala Farma, en los que critica la pseudociencia que acompaña a las «medicinas» alternativas y las malas prácticas de las industrias farmacéuticas. En 2012, Goldacre publicó, con otros tres autores, Comprueba, Aprende, Adapta (Test, Learn, Adapt), una breve propuesta sobre el uso de estudios con grupos de control aleatorizados en educación. También escribió una propuesta al Departamento de Educación, que es la que comento aquí:
Las propuestas de Goldacre para la educación
- La investigación sobre qué es eficaz debería ser algo habitual en educación.
- Se debería dar competencia a los profesores para participar en la investigación.
- Habría que eliminar los mitos sobre los estudios con grupos de control aleatorizados en educación para quitar barreras a la investigación.
- Los resultados de la investigación educativa deberían ser difundidos de forma más eficiente.
- Los profesores deberían tener a su disposición recursos sobre investigación, para ser consumidores de evidencias críticos y reflexivos.
- Deberían evitarse las barreras entre profesores e investigadores.
- Los profesores deberían guiar la agenda de investigación, identificando las cuestiones a las que se debe dar respuesta.
En sus propias palabras:
La práctica basada en evidencias no consiste en decir a los profesores qué tienen que hacer: en realidad, es lo contrario. Se trata de dar poder a los profesores y establecer un profesión libre de gobiernos, ministros y funcionarios que, a menudo, son demasiado estusiastas emitiendo decretos e insistiendo en que su nueva idea es lo mejor de lo mejor. Nadie del gobierno le diría a un médico qué tiene que prescribir, pero todos esperamos que los médicos sean capaces de tomar decisiones informadas sobre qué tratamiento es el mejor, utilizando las mejores evidencias que tengan disponibles. Pienso que los profesores podrían estar algún día en la misma situación.

Los estudios con grupos de control aleatorizados
Este método de investigación, al que a veces se llama «estudios experimentales» o «ensayos clínicos», consiste en tomar un grupo de alumnos o de colegios, dividirlo en dos subgrupos formados al azar, probar un método, estrategia o a actividad con uno de los grupos y otro con el otro grupo. Después se mide lo más cuidadosamente que se pueda el efecto de las intervenciones para compararlos. No son la única forma de investigación ni pueden responder a cualquier pregunta, pero son una buena forma de averiguar si algo funciona o no.
Goldacre discute algunas de las razones por las que este tipo de investigaciones son muy infrecuentes en educación:
- Se puede considerar poco ético asignar al azar a los participantes para que reciban una u otra intervención, o para que reciban una intervención o no.
- Los implicados en estos estudios se pueden sentir amenazados, como si se les juzgase a ellos, en lugar de valorar la eficacia del método que emplean.
- Se considera que son inútiles porque no pueden captar los beneficios intangibles de la educación.
- Mucha gente tiene la idea de que son caros y muy complejos.
Informar de forma eficaz
El caso es que, aunque sean pocos, se realizan algunos estudios con grupos de control aleatorizados en educación, pero los profesores ignoran sus resultados. Si esta información no se comunica bien, difícilmente podrá ser útil para cambiar la forma de hacer las cosas en las escuelas.
Normalmente, este tipo de información se encuentra en informes técnicos o en revistas académicas de psicología o educación que los profesores no suelen leer, así que es necesario hacer otro tipo de publicaciones, que resuman los hallazgos de la investigación de una forma accesible y comprensible. Goldacre cita como ejemplo a What Works Clearinghouse y se lamenta de que en el Reino Unido apenas hayan surgido iniciativas de este tipo, más que de forma efímera o a pequeña escala. Desde luego, si este hombre trabajara en España tendría mucho más de lo que lamentarse.
Para que los profesores puedan ser usuarios críticos de la información sobre investigación, su formación tendría que incluir algunas nociones de cómo se realiza la investigación, qué métodos se emplean y cómo se interpretan sus resultados.
Curiosamente, hay muchos profesores interesados en comprobar la eficacia de actividades, métodos o programas escolares que carecen de formación sobre métodos de investigación o sobre cómo tratar estadísticamente los datos y, al mismo tiempo, hay bastantes investigadores que desconocen qué problemas son realmente relevantes en educación o que no tienen acceso a aulas o alumnos con los que realizar sus estudios. Sería necesario algún tipo de «servicio de citas» que pusiera en contacto a unos con otros y permitiera crear grupos de trabajo multidisciplinares en los que tuvieran cabida expertos en disciplinas que han tenido poco contacto con la investigación educativa, como la demografía o la economía.
Comentario final
Como dije al principio, Ben Goldacre es médico, así que conoce de primera mano cómo en poco más de 30 años la práctica basada en la evidencia ha influido notablemente en la medicina. Curiosamente, muchas de las razones que se aluden para alejar la ciencia de la práctica educativa, también se emplearon en la medicina: trabajamos con personas, no todos los efectos se pueden medir, esto es un arte, la relación personal es fundamental… Pero actualmente nos parecería inaceptable que un médico propusiera tratamientos sin tener en cuenta los conocimientos actuales acerca de su eficacia y de la de otras posibles alternativas.
Etiquetas: Ben Goldacre, Estudios con control aleatorio, Intervención basada en evidencias