En educación tendemos a pensar que hay dos tipos de comprensión: la oral y la lectora. Al fin y al cabo, se mencionan en los currículos y las evaluamos y calificamos. A poco que pensemos, nos damos cuenta de que puede haber otras formas de comprensión. Si vemos un cuadro, como el Gernika, de Picasso o La fragua de Vulcano, de Velázquez podemos hacer una interpretación de la escena. También podemos formar una narración con una escena de una película de cine mudo, así que podemos plantearnos la existencia de una comprensión visual. ¿Podríamos hablar de otras comprensiones como la táctil o la olfativa? En cierta manera, lo que hacemos siempre es combinar la información que recibimos con nuestros conocimientos y aplicar procesos de razonamiento, especialmente los inferenciales.
Vamos a pensar en tres aulas en las que se lee un texto, se debate y se responden preguntas sobre él. En la primera clase cada alumno lee el texto por su cuenta. En la segunda van haciendo turnos de manera que cada uno lee durante un rato breve y el resto del tiempo escucha a sus compañeros. En la tercera, un profesor lee el texto y la clase escucha. Tras la lectura, en las tras clases se realizan las mismas actividades. ¿Dónde han trabajado la comprensión lectora? Es fácil que pensemos que en la primera clase sí, en la tercera no y tengamos dudas con la segunda. Al fin y al cabo, la comprensión lectora consiste en formar una representación mental de aquello que lees.
La primera acepción de la palabra «leer» en el diccionario de la lengua española es «pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados». Atendiendo a esto, una persona ciega no podría tener comprensión lectora, aunque sea capaz de utilizar el código braille. Un lector hábil que pierda la visión perdería también su comprensión lectora.
Pero también podemos pensar que hay distintas formas de leer. En ese sentido, la tercera acepción del diccionario dice que leer es «entender o interpretar un texto de determinado modo». En este sentido, cuando la habilidad lectora es baja, por la edad o por dificultades como la dislexia, cuando no se puede utilizar la vista, por falta de agudeza o porque las condiciones lo dificultan o, simplemente, cuando queremos, podríamos leer de formas alternativas como escuchar a un lector, una grabación, utilizar un sistema de conversión de texto a voz o leer al tiempo que escuchamos el texto.

Aún podríamos hacer una reflexión sobre qué leemos. Por ejemplo, este mismo texto: no creo que de mi ordenador hayan salido letras y signos de puntuación y que hayan viajado por la red o a través de las ondas de la WIFI para entrar en los ordenadores, teléfonos o tabletas de los lectores. Mis ideas se han convertido en algún tipo de código electrónico que soy incapaz de interpretar y, posteriormente, se han presentado como caracteres escritos, pero podrían haberse presentado de otras formas, entre ellas como voz sintetizada.
Esta larga introducción es para presentar una revisión de investigaciones que comparan el uso de audiolibros con la lectura de textos. Se trata de un trabajo realizado por Anisha Singh y Patricia Alexander, de la Universidad de Maryland.
Estas investigadoras encontraron 32 publicaciones en inglés, realizadas entre 1970 y 2020 y que comparaban la comprensión de textos escritos con la de audiolibros o textos con audio grabado (no con voz sintetizada).
Algunos resultados
Las autoras realizan una extensa revisión de las características de los estudios localizados. En cuanto a la comprensión, destacan lo siguiente:
- En textos narrativos o mixtos (combinación de narración y exposición), se obtuvieron resultados similares o mayores con el uso de audiolibros.
- En 4 de los 6 estudios realizados con textos expositivos el resultado de comprensión fue mejor con la lectura de textos impresos en papel que con audiolibros.
- En textos narrativos, la combinación de texto escrito y audio produjo resultados similares o mayores que los de la lectura de textos escritos.
- Solo se localizaron 2 estudios que comparaban la combinación de texto expositivo escrito y audio con la lectura de texto escrito. En ambos casos los resultados fueron similares.
- De forma mayoritaria, la combinación de audio y texto produjo mejores resultados en comprensión que la lectura de texto narrativo escrito en alumnado que no dominaba la lengua en la que estaba escrito el texto.
- En cambio, en los textos expositivos, el texto escrito en papel o de forma electrónica produjo igual o mejor comprensión que el audio o que la combinación de texto y audio.
- Los resultados en alumnado con dificultades o bajo nivel de lectura fueron bastante heterogéneos.
Parece, por tanto, que los audiolibros pueden ser una ayuda o una buena alternativa para comprender textos narrativos, pero no para los textos expositivos.
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