Creo que yo aprendí con un enfoque silábico, concretamente con el «Método Palau», al menos sus tarjetas son un para mí un recuerdo de infancia. Sin embargo, cuando tengo que asesorar sobre enseñanza inicial de la lectura no recomiendo enfoques silábicos, sino enfoques fónicos, en los que se enseñan de forma directa y sistemática las relaciones entre letras y sonidos. Además, considero que tanto el enfoque fónico como el enfoque silábico forman parte de los métodos fónico-sintéticos, distintos a los globales-analíticos.
Ahora viene la larga y aburrida explicación de por qué pienso así. Hasta hace poco, mis razones eran de poco peso: la fundamental era la creencia de que los enfoques silábicos son menos eficientes. La segunda era la idea de que debido a esa ineficiencia, se acaba enseñando el sonido de las consonantes, con lo que se acaba convirtiendo en un enfoque fónico. Recientemente he encontrado algunos datos de comparación entre la enseñanza fónica y la silabica. Dejo eso para el final.
Un enfoque silábico puro sería poco eficiente
Comenzamos por la eficiencia. Si queremos enseñar a reconocer sílabas, ¿cuántas sílabas tenemos que enseñar? Si pensamos en aquello de «pa, pe, pi, po, pu» y «ma, me, mi, mo, mu» podemos multiplicar las consonantes que tiene el español por sus cinco vocales y obtendríamos la cifra de 110 sílabas diferentes, pero no hay que olvidar que los dígrafos, como «ch», «gu/gü», «ll», «qu» o «rr» también forman sílabas. Las estructuras de dígrafo + vocal supondrían otras 21 sílabas diferentes.
No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que se pueden formar muchas más sílabas diferentes. Por ejemplo, podemos situar la vocal antes que la consonante y tener sílabas como «ap» que aparece en palabras como «apto» o «apnea». También podemos tener sílabas que tienen varias vocales como «pie», con consonantes al principio y final de sílaba, como «pop» o «pier», de la palabra «pierna» o sílabas con dos consonantes seguidas como «pru» (prudente), «psi» (psicólogo) o «plie» (pliegue).
Hay quien ha calculado, de forma imprecisa, que se usan más de 2500 sílabas diferentes en el español (anómino, 2015; Armario, 2010). Algunas solo se utilizan un una única palabra, como el nombre «Job» o la sílaba «pliar» que se me ocurre que aparece en «ampliar» pero nada más. Por si fuera poco, algunos métodos silábicos tratan de ilustrar cada sílaba enseñada con una palabra que empiece por ella. En las consonantes menos frecuentes ya puede ser difícil encontrar imágenes que empiecen por la combinación consonante + vocal: «ño» (ñoño, ñoqui), «xa» (podríamos probar con «xalapeño», pero tenemos que introducir una regla nueva y de poco uso ya que se lee «jalapeño»). Esta menor frecuencia dificulta notablemente el encontrar palabras que se puedan representar gráficamente.
La enseñanza silábica se acaba convirtiendo en fónica
El tiempo que llevaría abarcar todo el repertorio silábico hace que, en la práctica este enfoque se suela convertir en una forma de los métodos fónicos. No te enseño leer «ni» (nido) e «in» (indio) para que conozcas esas dos sílabas, sino para que aprendas el sonido de «n» y puedas leer cualquier combinación en la que aparezca como «nue» (nueve) o «nun» (anuncio). Al final, un lector hábil tienen que aprender el principio alfabético y todos los métodos de lectura desembocan en él de forma más o menos directa.
En realidad, en muchos métodos fónicos nada más introducir una nueva consonante se practica su lectura en sílabas, de modo que las actividades que se realizan no se diferencian mucho.

Quizá el método silábico se utiliza porque se piensa que facilita la síntesis. En un método fónico, hay que conseguir que los sonidos representados por los fonemas se unan formando sílabas y palabras. Hay alumnos a los que les cuesta hacer esa síntesis y al leer una palabra como «nada» articulan sonidos separados «n – a – d – a». Quienes han aprendido a leer con un enfoque silábico tendrían más facilidad para articular sílabas completas «na – da». Aun así, en los enfoques fónicos se podría atenuar ese problema utilizando la fonación conectada, es decir, alargando los fonemas para conectar unos con otros («nnnaaadddaaa»).
¿Puede que quienes aprenden con enfoques silábicos tengan más problemas ante sílabas de mayor complejidad? Quizá ante una palabra como «gas» tienden a leer «gasa». En realidad no tengo datos sobre esto ni sobre los problemas del párrafo anterior y errores de ese tipo también se encuentran entre quienes están aprendiendo a leer con enfoques fónicos.
Datos de investigación
Renan de Almeida, Linnea Ehri y María Regina Maluf han realizado un estudio experimental con 60 alumnos brasileños del primer curso de Educación Primaria que conocían los nombres de las letras pero aún no sabían leer.

En este estudio compararon tres grupos. Con el primero y el segundo se practicó la lectura de 40 sílabas, formadas combinando una consonante y una vocal, a partir de un repertorio de 10 consonantes distintas y 5 vocales. La diferencia estaba en que el primero trabajó de forma fónica: los lectores emitían los sonidos correspondientes a las letras y después leían la sílaba. El segundo grupo trabajó de forma silábica: se le enseñó a leer las sílabas como si fueran unidades. Al tercer grupo se le enseñó la relación entre las letras y sus sonidos, pero no a combinar estos.
Los grupos tenían un nivel similar antes de la intervención, pero tras esta, el grupo que trabajó de forma fónica obtuvo mejores resultados que los otros dos grupos en todas las medidas:
- Conocimiento del sonido de las letras enseñadas.
- Lectura de las sílabas entrenadas.
- Lectura de sílabas no entrenadas (por ejemplo, se practicaba con «SA, SE, SI, SU, ME, MI, MO, MU» y en esta tarea se leían «SO y MA».
- Separación de palabras en sílabas.
- Separación de sílabas en fonemas.
- Síntesis de fonemas.
- Escritura de palabras, tanto si se medía como número de palabras correctas como si se tenía en cuenta el número de letras correctas.
- Reconocimiento de palabras.
- Lectura de palabras inventadas, tanto con las sílabas entrenadas como con sílabas no enseñadas.
- Memoria fonológica.
El grupo que recibió la enseñanza silábica aventajó al grupo al que solo se enseñaron los sonidos de las letras en la lectura de las sílabas, tanto de las practicadas como de las no practicadas y en lectura palabras inventadas. En cambio, el grupo al que se enseñaron los sonidos tuvo mejores resultados que el grupo de enseñanza silábica en conocimiento de las letras enseñadas, segmentación en fonemas y síntesis de fonemas.
Es arriesgado establecer conclusiones a partir de un único estudio, realizado con una muestra pequeña y que solo se centra en una parte de la enseñanza de la lectura. Existe, al menos, un estudio anterior en el que la enseñanza silábica produce mejores resultados que la enseñanza de las correspondencias entre letras y sonidos en medidas como conocimiento de las letras o lectura de sílabas.
Teniendo en cuenta esto, a partir de estos datos se puede pensar que:
- La enseñanza fónica es más eficiente que la silábica, incluso con un conjunto limitado de sílabas.
- La enseñanza de la relaciones entre letras y sonidos (relaciones grafema-fonema) tiene un efecto positivo sobre el desarrollo de la conciencia fonológica.
- Enseñar las relaciones entre letras y sonidos es insuficiente para conseguir un buen aprendizaje de la lectura. También se debe practicar la combinación de los sonidos.
Excelente.